Tras la triste de noticia del fallecimiento de su mascota, el político, activista y arquitecto, Jaime Martínez Veloz compartió un conmovedor escrito:
Mi Perrito Lucio murió, producto de los cohetes de Navidad y la maldad de algunos.
Hoy en la mañana, del 25 de diciembre, terminando de desayunar, mi esposa y yo nos fuimos a visitar a nuestro perrito Lucio, un bello Pitbull café con manchas blancas, que había sido acogido generosamente en un amplio estacionamiento y taller mecánico donde guardan y reparan autobuses de pasajeros.
Ahí Lucio había encontrado un lugar con un gran número de amiguitos, todos ellos perritos de la calle que habían encontrado en ese lugar un hogar donde comen y duermen bajo el cuidado de quienes ahí trabajan. El dueño del lugar había encontrado en Lucio a un gran compañero con quien compartía de vez en vez los trabajos que ahí se desarrollan.
Hace un año, a Lucio lo rescatamos de un lugar cerca de la Playa en el Municipio de Playas de Rosarito, en donde estaba abandonado casi en los puros huesos, caminaba con dificultad y sin fuerzas.
Mi hija se lo encontró en un café y nos pidió a mi esposa y a mí, que lo pudiéramos rescatar. Por azares de la vida, el lugar donde estaba Lucio, al día siguiente que nos lo trajimos se inundó en Rosarito.
Al principio nos dedicamos a alimentarlo, lo llevamos con el veterinario. En la casa contamos con dos perritas, que lo acogieron muy bien y le hacían compañía y él las fue aceptando y de vez en cuando jugaba con ellas.
Lo llevamos con el veterinario, le hizo los estudios correspondientes para ver el estado de salud que guardaba, lo esterilizó y le recetó algunos complementos vitamínicos para su recuperación frente al grado de desnutrición que el perrito guardaba.
Las primeras semanas, Lucio (nombre con el que mi hija lo registró cuando lo llevamos al veterinario), guardaba un semblante de una enorme tristeza, nosotros lo atribuimos a que buscaba a sus dueños originales, por lo que nos dimos a la tarea de difundir su fotografía por todas las redes sociales, para intentar localizar a los dueños originales de Lucio. Por más que hicimos difusión de su cara y su figura nunca logramos encontrarlos.
En paralelo a ello, Lucio se reponía de la desnutrición con que nos lo encontramos. Empezó a recuperar sus fuerzas, propias de su conformación física. Le gustaba estar en la calle (era inquieto por naturaleza) y ver a los vecinos pasar, subirse al carro y que lo lleváramos a la Playa por donde nos lo encontramos inicialmente, jugaba con el agua y le gustaba correr en la arena. Mucho le gustaba jugar con las personas, con las cuales jamás fue agresivo. Mi esposa decía que parecía un “perro humano”.
Un componente adicional, se empezó a gestar entre la actitud no agresiva de Lucio, pero si de disputa y riesgo frente a 12 gatitos que tenemos en la casa donde en dos ocasiones, gatitos nuestros han muerto en pleitos con perros que han estado en la casa.
Sin embargo, cuando mi esposa y yo íbamos a trabajar, empezamos a notar que Lucio hacía intentos cada vez más recurrentes, por escaparse la de la casa. Su enorme fuerza y necesidad de estar en libertad, en un espacio más amplio, fue incrementando sus acciones de posible fuga, a tal grado que un día lo encontramos lastimado de sus patitas delanteras, producto de sus saltos increíbles y sus esfuerzos por salirse de la casa cuyo espacio, para él le resultaba insuficiente. Nuestra casa es chica para un perro tan potente, inquieto y libertario.
En ese contexto, hablamos con un amigo nuestro, que tiene una yarda donde guardan y arreglan mecánicamente camiones y grúas. Es un lugar amplio a las orillas de Tijuana, en donde también conviven un grupo de perritos, que han encontrado en ese taller un espacio de resguardo, de apoyo y alimentación.
Conversamos con mi amigo el dueño del lugar llevarle periódicamente alimento y apoyo médico para Lucio y los demás perritos, con los cuales Lucio, encontró amistad y cariño, junto a los mecánicos y choferes que ahí laboran. Aunque el viaje es de más de una hora, lo hacíamos con gusto para visitar y convivir con nuestro perrito cada vez que podíamos.
El dueño del lugar me comentaba y me mandaba fotos a través de WhatsApp donde Lucio, aparecía subiéndose a las grúas y a los camiones, lo sacaban a pasear en ellos y le gustaba ver de cerca a los mecánicos realizar sus trabajos propios del taller. Se había ganado el afecto y el cariño de quienes ahí laboraban.
En son de Guasa y con una gran satisfacción me decía que Lucio era ya un “perrito mecánico” y “asistente de grúas”.
Mi amigo el dueño del taller y un joven que ahí trabaja me comentaron que durante dos ocasiones Lucio se salió del lugar, pero afortunadamente lo encontraron, porque no andaba lejos, por lo que para evitar eso, lo mantenían atado a una cadena principalmente en las noches para evitar que se saliera del taller. Incluso eso lo hacían porque a dos perritos que se habían salido del lugar, los habían envenenado, algunas personas de esa zona.
Compartía con respeto su comida con los demás y cada vez que mi esposa y yo íbamos a dejarle alimento, le gustaba subirse con nosotros a la camioneta a dar la vuelta, ver a la gente, jugar con pelotas y juegos especiales para un perro de su talla. A mi esposa le tenía un gran respeto y cariño, ella se convirtió en su nana y su principal apoyo.
Conmigo guardaba una gran relación de cariño y afecto, le gustaba andar jugando y demostrándome su afecto siempre con una serie de ensalivadas en la cara como muestra de cariño.
Ya en las tardes entrada la noche que lo dejábamos en su taller, se producía una situación de mucha tristeza, porque se quería regresar con nosotros. Mi esposa y yo nos regresábamos con el corazón partido.
En esos ires y venires, el día de hoy en la mañana, desayunamos y luego nos fuimos al taller donde se encontraba Lucio, cargamos dos costales de alimento y al llegar al lugar y abrir la puerta de la entrada, un grupo nutrido de perritos que eran los amiguitos de Lucio, se acercaron conmigo inusitadamente, se posaron en mi pecho, sentía que me querían abrazar, me ladraban en forma amable e insistente, nunca me había pasado eso, ahora sé que algo triste y grave me querían decir.
Estacionamos la camioneta, fui a la casita de Lucio y no lo encontré, el encargado del lugar estaba hablando por teléfono, y empecé a caminar por el taller buscando a Lucio y de repente lo veo debajo de un camión, totalmente inmóvil, fue una escena impactante y dramática, de inmediato, en fracciones de segundos, se agolparon en mi mente y en el alma, una profunda tristeza y una desesperación enorme. Me negaba a creer lo que estaba viendo.
Corrí junto a Lucio lo abrace le voltee su carita, estaba con la lengua de fuera, su cuerpo inerte frio y duro, el corazón de daba un vuelco, en mi desesperación quería darle respiración de boca a boca, lo abracé con todo mi cariño y desesperación, aferrándome a lo imposible porque Lucio ya se nos había ido de viaje al cielo de los perritos.
Mi esposa y yo no pudimos contener el llanto, se nos había ido en un abrir y cerrar de ojos, el perrito bello, inquieto, noble y generoso que la vida nos había permitido conocerlo, tratarlo y quererlo.
El encargado de lugar nos informó que Lucio en la noche había cenado bien, se había metido a su casita, pero que en la madrugada un trabajador que llegó al taller le aviso que Lucio estaba muerto, en su desesperación ante tanto trueno, se había enredado en una máquina y se había ahorcado, con la cadena que lo ataba a su casita.
Nos comentó que durante la noche del 24 en ese lugar hubo una gran cantidad de cohetes, que estuvieron a truene y truene, y piensan que esos estruendos asustaron mucho a Lucio, quien tenía un oído y un olfato muy desarrollado y se horrorizaba con los tronidos y estallidos de los cohetes vinieran de donde vinieran.
En esta situación tan desesperante para Lucio e impotente ante tanto trueno, en forma desesperada intentó huir, esconderse o zafarse de la cadena que lo mantenía atado a su casita, fue enredándose con la maquinaria del taller, terminando ahorcado con la misma. Me dice el encargado que con cuidado bajaron a Lucio del aparato mecánico donde se ahorcó y lo pusieron debajo del camión, horas antes de que llegaremos.
Mi esposa y yo nos quedamos estupefactos, sorprendidos y anonadados, no podíamos creer, que nuestro perrito querido Lucio, estuviera frente a nosotros ya muerto. Por nuestras mentes cruzaron mucho de los momentos que pasamos con él, de las cosas que de él aprendimos, sus enseñanzas, sus juegos, le gustaban los sillones y las camas, dormirse en su casa o en el carro según le diera la gana ese día o donde se sintiera a gusto y seguro.
Bajamos los dos costales de comida que le llevábamos a Lucio, para que los dueños del lugar se los repartieran a los amigos de nuestro perrito, que lo habían acompañado en la última etapa de su vida.
En un primer momento, el encargado del taller y yo empezamos a hacer una fosa para enterrarlo en las orillas del terreno, en esos momentos no sabes que hacer, sin embargo, empecé a buscar información en el celular y me encontré con la de una empresa dedicada a la cremación de perritos, le hablamos y a pesar de ser 25 de diciembre, nos pusimos de acuerdo para encontrarmos en un lugar y entregarle el cadáver de nuestro perrito.
Con mucho cuidado, cariño y lágrimas del alma, entre sollozos cargué a Lucio, lo acomodamos en la parte trasera de la camioneta. Mis brazos se llenaron de grasa y sangre y mi corazón se inundó de llanto y tristeza.
Caminamos como autómatas mi esposa y yo, en el camino veíamos perritos perdidos en la calle, caminando sin rumbo fijo, los ojos azorados y otros atropellados, después de una noche de truenos, cohetes y maldad de aquellos que no tienen idea de sus acciones que aterrorizan a los perritos.
Llegamos al lugar indicado con la persona de la empresa que haría los trabajos de cremación, escogimos un paquete que pensamos sería el más adecuado para honrar la memoria de Lucio, firmamos lo que teníamos que firmar, quedamos de estar presentes el día y la hora de la cremación y Lucio volverá conmigo, lo tendré en el estudio y me seguirá acompañando, en mis diarias batallas contra los nuevos molinos de viento, que abre de enfrentar todavía, antes de que me vaya a encontrarlo al cielo donde van los Perritos.
Hasta Siempre Lucio:
Perrito querido, tierno compañero, amigo del alma, que en tan poco tiempo compartiste tanto cariño con nosotros. Gracias por habernos permitido estar junto a ti el último año de tu vida.
Te mandamos un beso y un abrazo con todo el cariño del mundo, donde quiera que te encuentres.
Siempre vivirás conmigo, junto al Canelo, el Dandy, el Dodger y la Bonita, perritos que me acompañaron en otras etapas de nuestras vidas.
Te quiero con toda el alma y te extrañare toda la vida. Tenlo por seguro que algún día nos volveremos a reunir. Gracias Lucio por todo lo que nos diste. Por todo el cariño, el respeto y las enseñanzas que nos dejaste. Nunca te olvidaremos.
VIDEO RELACIONADO: Lucio, el perro que falleció a consecuencia de los cohetes
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