Alejandro se encuentra con el peor enemigo de un corazón roto: el insomnio. Los recuerdos lo llevan a aquella zona de Tijuana, amada por los turistas, odiada por quienes conocen todas las perversiones que suceden en ese lugar.

Si no haz leído la primera y seguinda parte, aquí te dejamos el link.

4.46 am. Insomnio.

Enciendo el televisor y Alfie va llegando a su casa en un vecindario neoyorquino. Alfie es un atractivo chofer de limusina que utiliza la otra mitad de su vida para conocer y seducir a las mujeres, para jugar con el hijo de Julie (su novia a la que siempre ignora), y para meterse en problemas, como el que está esperándolo justo detrás de la puerta: ha embarazado a la novia de Marlon, su mejor amigo. La propia Lonette, la novia, se lo está comunicando a Alfie, quien voltea a la cámara y dice: Los problemas que te matan de preocupación nunca se materializan; los que te agarran de sorpresa, un miércoles por la tarde, son los que te dejan pasmado. En la siguiente escena, Lonette entra a la clínica donde va a abortar y Alfie la espera recargado en la limo. Me encontré parado en el frío teniendo remordimientos de conciencia, dice Alfie, Pensando cosas como Este es otro niño que no tendrás la oportunidad de conocer: tu hijo. Mike Jagger, mientras tanto, canta algo sobre los viejos hábitos que tardan en morir y que tardan lo suficiente como para sentir el dolor.
Entonces, amor, (debe ser el insomnio), Alfie y Jagger desaparecen de la pantalla y emerge una cuenta regresiva en color verde. 5. 4. 3. 2. 1. Y así, intempestivamente, comienza nuestra película:

Exterior. Callejón Cahuila. Noche.
(Toda la escena es filmada en blanco y negro). Desde el punto de vista de JC (38 años), tú y yo observamos que el callejón es de un solo sentido y corto pero cabe todo lo que TJ siempre le ha ofrecido al mundo: la trata de personas, la venta de droga, la pedofilia, el homicidio, el robo, la extorsión y toda esa clase de delitos que están bendecidos por el gobierno. Sí, amor, lo sé y discúlpame por traerte al último infierno de la zona turística, sólo quiero que te fijes cuando JC pague las cervezas y nos vamos. Sí, amor, yo sé que el callejón huele a mierda y te aseguro que la muerte huele peor. Tú nomás agárrate bien de mi (ese ha sido mi error: soltar de mi mano a quien amo, pero nunca más lo haré) y pisa despacio para que no dejemos huella. Te decía que, desde el punto de vista de JC, vemos cómo le sonríe a una prostituta mientras se va abriendo paso por el callejón. JC está ebrio, mas todavía puede entablar una conversación. Su amigo P (35), también alcoholizado, lo sigue como perro en celo, pero no te confundas, corazón: JC es el perro alfa. De pronto, JC se detiene y, como el mago que presenta su truco con una reverencia, le dice a P:

(JC)
Y esta es la famosa comida china, locochón: el Hong Kong

El punto de vista cambia a P, a quien miramos entusiasmado, pagando el costo de la entrada. Un guardia con sobrepeso y con una serpiente tatuada en el cuello le da la bienvenida a P y le entrega la cerveza que incluye el cover. P camina hacia dentro del prostíbulo, atravesando unas cortinas rojas de terciopelo. (De fondo se escucha a Möntley Crüe, sugerencia del escritor CV, a quien encontré en los Tacos Frank y me contó que, la noche anterior, había pasado ocho horas sentado en el Hong Kong.). Los ojos pulidos de emoción que trae P nos hacen suponer que el tipo está en un sitio que jamás ha visto: tres pisos con pinche mil mujeres, todas toditas toditititas para él y para toda esa horda de cabrones a los que no les incomoda ver a dos jovencitas besándose en un jacuzzi con burbujas, mientras un gringo con cara de Dany Trejo les encaja billetes por la vagina. Tampoco les perturba que haya menores de edad ni que varias de las extranjeras hayan sido compradas o secuestradas en sus países. ¿En qué momento, corazón, a estas mujeres les robaron su belleza y su voluntad? Tú sabes que yo evito estos lugares, no por moralino, que es lo que menos tengo, sino porque soy partidario de la libertad y a muchas de ellas las esclavizan. Los padrotes, por ejemplo, las operan continuamente para condenarlas a que nunca paguen sus deudas. Algunas ni siquiera pueden asomarse a la ventana del cuarto donde las encierran durante el día. No me sueltes, corazón, ya merito nos vamos.

El punto de vista cambia a JC, quien pide una cubeta de cervezas. El mesero le cobra y JC saca la cartera del bolsillo de su saco. Él no se da cuenta, amor, pero nosotros sí, de que su pasaporte se ha venido traspapelado junto a la billetera y que ha caído al piso. Cinco segundos después alguien lo patea por error y el pasaporte se va al olvido. A JC y a P nada les preocupa. Möntley Crüe, mientras tanto, sigue hablando de un hogar dulce hogar y tú y yo nos largamos del Hong Kong.

Corte directo a

Exterior. Terminal de camiones suburbanos. Atardecer
Seguimos escuchando Home sweet home, solo que ahora proviene de un auto que está estacionado frente a JC y a su amigo Alejandro (47), un reportero enamorado de ti, amor, sí, de ti, ¿podrás creerlo?, y que hace 24 horas aterrizó en TJ porque desea con todas las fuerzas que te vayas de sus manos y de sus pensamientos. En su cara trae las huellas de la tiricia.

(JC)
Y por eso debo ir a Tecate, locochón, porque allá vive la ruca que encontró mi pasaporte con mi visa

(Alejandro)
Tecate es bien deprimente, carnal

(JC)
Vamos, no quiero dejarte solo, locochón. ¿Conoces el Cerro del Cuchumá? Tiene mucha energía, te hará bien

(Alejandro)
No mames, lo que necesito es peyote, hongos o LSD, no un pinche cerro. Neta que no puedo con tanto sufrimiento, carnal

JC, que ya ha experimentado algunas drogas, mira a Alejandro con cierta preocupación y luego le advierte:

(JC)
No estás en tu mejor ánimo, los sicodélicos te pueden ondear

(Alejandro)
Tú háblale al díler, que yo espero vivir para arrepentirme de esto

Fondo de colores sicodélicos

5. 22 am. Puto insomnio. Unos cuentan ovejas, otros cuentan del cien al cero. Yo no, yo cuento recuerdos que me muerden y que me patean. Cuento, por ejemplo, cada día de la maldita semana ésa, la última que estuvimos juntos; cuento las veces en las que me enfiesté y te tocó sufrirme (otras, la mayoría, nos divertíamos mucho, estoy seguro de ello, tan seguro que, a pesar de mis fallas, me has dicho que éramos muy felices); cuento el día que esperabas que conociera a tus padres y a mí me dio pánico escénico, cuento esa mañana cuando me preguntaste si podía intentar ser más cariñoso y yo, abusando de tu bondad, que en ti es un don, te respondí con una insolencia; cuento esas mañanas que no pudimos desayunar juntos ni caminar en el parque con Handalah, cuento las noches cuando llegábamos de la mano a nuestra cantina el Covadonga y, ya en la mesa, nos burlábamos de dos, tres cabrones que, además de ser feos por fuera, son muy feos por dentro; cuento la tarde que me regalaste una máquina para hacer palomitas con aire caliente (lo siento, amor, la tiré, como tiré el peine de san martín tilcajete y todo lo que me recordaba a ti); cuento la vez que te obsequié la playera del Javier (¿todavía la conservas o tú también te deshiciste de lo que huele a mí?); cuento la parsimonia con la que cortas y acomodas los vegetales en el plato y que a mí me daban ganas de volverme vegano; cuento tus textos en los que no te ofrecí ningún consejo pero también cuento las veces que sí pude ayudarte, como la vez que acudiste a una cárcel; cuento la noche aquella que me caí sobre una maceta y tú y yo nos reímos tres vidas juntas, cuento la mañana esa con La chica del bikini azul y la carrilla de la que fui blanco, cuento esas noches cuando me contabas de tu hermano que estudia fuera de México y de cuánto extrañas platicar con él, cuento cuando me narrabas tus aventuras con las monjas y la historia de esa sor mandona y cabrona; cuento las veces que, sin proponérmelo, te minimicé y cuento en las que debí recordarte lo chingona que eres como reportera, como pareja y como amiga; cuento cuando te hablaba de mi infancia, cuento las veces que fuimos a Barrio Tonalá, cuento cómo nos cuidamos las noches posteriores al terremoto, cuento la pendejada del Tinder… Ahora apareces en la almohada y estás muy encabronada. Lejos de sentirme a salvo con tu presencia, siento como si estuviera formado en la fila para comprar la muerte. Brinco de la cama. Cinco gotas de CBD. Bueno, otras cinco. Diez más. Me recuesto. Leo: En la mayoría de los casos es uno el que empieza amar al otro y ese otro decide entonces si reacciona a ese amor respondiéndole o no. En el amor, casi siempre, uno pregunta y otro contesta. Por lo general, el amor del que responde se muere primero. Rodrigo Fresán. Mantra. Literatura Random House, 2002.

5.48 am. Me incorporo de nuevo de la cama y tomo mi libreta. Un shot de CBD. Me pongo los audífonos. I never said i was deep. ¿La has escuchado, corazón? No te pierdes de mucho. La creí un himno hasta que me enamoré de ti. Es la historia de un tipo superficial, de horizontes cortos, muy complicado, de moral dudosa y de conducta inaceptable que decepciona a chicas como tú. Bajo por el elevador y, caminando por el lobby, me encuentro al fantasma de Rafa Saavedra —¿será que los dos salimos del sueño?, ¿será que también estoy muerto?—. Me quito los audífonos. Rafa me saluda, luego me regala un diccionario de tijuanismos escrito por Éktor Henrique Martínez y editado por la Librería El Día, y antes de despedirse me dice que TJ es algo mucho más que lo repetido por aquellos que, cargando sus prejuicios, vienen a intentar descifrarla. Lo sé, Rafa, lo sé, yo solo vine a curarme la tiricia, le digo y le pregunto si sabe cómo debo hacerlo. Acepta que tu ex no regresará y ya no la cagues tanto, lo dice tan sencillo Rafa que suena a que puedo lograrlo. Nos damos el abrazo que nunca nos dimos y, cuando desaparece, suelto a llorar. Esto de llorar en el cine y a la hora de la comida, de llorar en el gimnasio y debajo de la regadera, de llorar en el parque y en la cervecería de Mardonio, de llorar en los cumpleaños y en las bodas de los amigos, de llorar por verle el tatuaje a Pedro y por escuchar a Jarvis Cocker me ha hecho pensar, corazón, que necesito cambiar de terapeuta y buscar un psiquiatra. Me seco los ojos con las mangas de la pijama y hojeo el diccionario de tijuanismos. Me pongo los audífonos de nuevo y ahora escucho la voz de TJ, una voz que suena más o menos así, amor:

El abarrote, agüitarse, azorrillarse, la barber shop, la barda, el bato, bichi, el broda, el cacarizo, caciqueado, cachorearse, la Cahuila, el Cahuilón, la cagua, la calafia, la carrilla, el cerote, cilindrear, la clica, el coco wash, la cois, la conecta, el cora, el coyote, el crema, el crico, el cristal, el cristalero, la cura, bien curado, el chaca, el chágüer, chavalarse, Chicali, chilo, la chiva, el cholo, la chota, bien chuqui, dar cran, dar flais, dar kíler, dar quebrada, deslechado, la drug store, dud, ¡éitale!, enfierrar, fariseo, frikiarse, el gabacho, la gota, el guacho, la guayina, horneado, la jaina, el jaipo, el jomi, la juda, laikear, el lanchón, la línea, la loquera, ¡maigad¡, la malilla, el manguera, manguerear, la marketa, el mayate, la mica, la migra, la muvi, el naifa, el narco, la Ocho, ondearse, parkearse, parna, el páry, el páryson, píldoro, la Peni, piratearse, piratón, la placa, el pollero, los pollos, qué jais, qué once, el raite, el raitero, la ranfla, el refín, la Revo, el saico, socialón, soltar el culo, tecato, Tijuas, el tirador, el trip, tripear, los trolos, tumbado, túmbate el rollo, verga, wachar, el yonque, el zancudo y La Zonaja.

Rafa escribió que TJ raspa, acaricia y estimula. Yo, que ni soy tijuanense y ni aspiro al título de escritor, me imagino a la ciudad como una mujer atractiva como el diablo, bien entrona y mal hablada que día a día reinventa el español para dignificar la palabra.

6.13 am. Enciendo de nuevo el televisor. El clima, noticias, futbol, más futbol, un concurso de equitación, osos pariendo, bichos del amazonas, VH1, Gary Oldman en un video de Guns N’ Roses, un tipo hablando de dios, un sketch de la Carabina de Ambrosio y luego líneas verticales de colores. Noise. Y enseguida, corazón, otro avance de nuestra película:

Interior/Exterior Autobus. Carretera a Tecate. Noche.
(Escena grabada en blanco y negro. el bolsillo de la camisa de JC, donde guarda el LSD, debe ser coloreado por producción). JC va tumbado en los asientos traseros del autobús suburbano. A su lado, junto a la ventana, viaja tu enamorado, o sea, Alejandro. Afuera solo hay maquilas, un chingo de pobreza y el duelo como horizonte. Alejandro va leyendo en su celular todo lo relacionado al LSD: quiere saber con qué mierda se va a estallar el juicio. De fondo suena Shine On You Crazy Diamond. Ya sé, amor, ya sé que considerabas a Pink Floyd un grupo para cuarentones mariguanos como yo, pero en el soundtrack de nuestra película no pueden faltar esos cabrones: recuerdo cómo reptaban sus canciones por las paredes mientras tú y yo nos amábamos como ese poema de Girondo, ese que te leí aquel viernes cuando te propuse matrimonio y tú te fuiste a celebrar sabe qué.

(Voz en off de Alejandro, leyendo)
La sicodelia es la manifestación del alma, proviene del griego… los sicodélicos son capaces de provocar cambios en el pensamiento y en la emoción… El LSD provoca experiencias terroríficas… Paranoia, sensación de comezón, estado hipomaniaco, desorden mental… Alucinaciones, percepción distorsionada del tiempo… Ansiedad, delirios… Contracciones uterinas, fiebre, niveles elevados de glucemia, escalofríos … infarto … En caso de emergencia, tomar benzodiacepinas …

Flasback:
Alejandro recuerda la vez aquella en su departamento cuando JC y dos amigos más se metieron LSD y uno de ellos pasó la mayor parte del viaje creyendo que estaba muerto, pidiéndole perdón a JC, a quien confundía con la muerte. Fue espantoso verlo rogar durante horas que JC le devolviera la vida.
Alejandro despierta a JC:

(Alejandro)
Wey, ya entendí por qué Sid Barret se deschavetó: “provoca experiencias terroríficas”.

(JC saca su celular y busca en internet)
Piénsalo, locochón. Te voy a mandar links donde psiquiatras y neurocirujanos opinan que el LSD podría ser la vacuna antidepresiva.

Alejandro regresa a leer al celular.

(Alejandro)
El LSD permite hablar de temas dolorosos… Mejora las relaciones interpersonales… Produce pensamientos psicóticos que para otros son impulsos creativos… Disolución del ego… Armoniza las zonas del cerebro… Baja los niveles de serotonina y sube los dopamina…

(JC)
El LSD es la ayahuasca urbana, locochón. Dicen que la CIA lo utiliza para los interrogatorios porque es la droga de la verdad.

(Alejandro, leyendo)
Pacientes con esquizofrenia han mostrado mejorías… Ha disminuido el alcoholismo en internos… Se usa como analgésico para enfermos terminales de cáncer… Ayuda a que los autistas se relacionen…

(Alejandro)
Pues suena chido, pero la neta ya me culié.

En ese momento, te lo juro, corazón, entra un mensaje de WhatsApp. Lo vemos sobre la pantalla:

(WhatsApp de X)
¿cómo vas?
(WhatsApp de Alejandro)
todavía tiriciento
¿ya llegaste a DF?
(WhatsApp de X)
desde hace rato. en el aeropuerto
vi de lejos a tu ex
(WhatsApp de Alejandro)
me dijo que va a trabajar
quedamos de enviarnos una foto
(WhatsApp de X)
wey, respeta su espacio
la morra iba acompañada
ya suéltala y hazlo pronto
la felicidad te está esperando
saludos a JC. no hagan muchas pendejadas
los quiero

Alejandro voltea hacia donde está JC:

(Alejandro)
A la verga, carnal, probemos las quemaduras del LSD

Parece que o Forsetes e o Sath gostam bastante do Homem de Ferro

A photo posted by Level Up (@levelup) on

Alejandro Almazán es el escritor de la serie de televisión El Chapo y de los libros La victoria que no fue (2006), Gumaro de Dios, el caníbal (2007), Placa 36 (2009), Entre perros (2009) y Palestina, historias que Dios nunca hubiera escrito (2011) y El más buscado (2012). Ha ganado tres veces el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de crónica. Ha ganado, también, el Premio Nacional Rostros de la Discriminación, el premio que otorga la Sociedad Interamericana de Prensa, el Fernando Benítez y el Premio García Márquez de Periodismo 2013, el más prestigiado a nivel mundial.

Twitter @alexxxalmazan

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