La semana pasada, mientras manejaba por una de las avenidas del centro de Los Ángeles, un anuncio gigante instalado arriba de un edificio llamó poderosamente mi atención.

En la marquesina estaban los rostros de los comentaristas de radio en español de los Dodgers.

Jaime Jarrín colocado a la izquierda, Fernando Valenzuela al centro y Pepe Yñiguez a la derecha.

En toda fotografía corporativa, el personaje que sale justo en medio del resto del grupo es considerado el jefe, el capitán del equipo, el hombre o la mujer con más experiencia, el más capacitado, el líder.

En el caso del anuncio de los Dodgers esta premisa se rompió por completo.

Por trayectoria, categoría y conocimientos, Jaime Jarrín es quien debería estar en el centro de esa gran composición fotográfica.

Es una falta de respeto a la carrera de 38 años como la voz en español de los Dodgers, que Jarrín no ocupe el lugar de honor en el espectacular.

Por su parte, Yñiguez, buen cronista y comentarista, ha sido mancuerna de Jarrín por 14 temporadas.

Fernando Valenzuela fue un gran lanzador pero como comentarista es, y no me voy a andar por las ramas, muy malo.

El de Etchehuaquila, Sonora, no cumple con los requisitos básicos para ser una personalidad dentro del mundo de la comunicación.

Valenzuela no es ameno, sus comentarios son superficiales, habla muy poco y sus intervenciones son esporádicas.

En su voz no existe el tono de pasión que me imagino siente por el deporte que le dio todo en esta vida.

Sus análisis no pasan de tres frases, y a veces, ni siquiera concluye el pensamiento que lo impulsó a abrir la boca.

Su voz no cautiva, su actitud ante el micrófono, lenta, pausada y sin intención, es una combinación perfecta para caer en la somnolencia.

En su época de jugador, Valenzuela hablaba muy poco, de hecho no le gustaba dar entrevistas a los reporteros y siempre fue muy retraído.

La misma personalidad que tenía como jugador es la que ahora refleja en las transmisiones radiales de los Dodgers, equipo con el que lleva ocho temporadas al aire.

Valenzuela, ante el micrófono, es un hombre pasivo, sin chispa, sin vigor, sin historias que contar.

Un buen cronista o comentarista de beisbol es aquel que tiene la capacidad de transportarnos en el tiempo para revivir juegos espaciales, situaciones definidas, momentos históricos.

Jaime Jarrín es el que lleva el mando de las transmisiones de los Dodgers, el narra jugada a jugada y se supone que Valenzuela es el encargado de darle al radioescucha una lección de beisbol en cada uno de sus comentarios.

"La recta le está trabajando muy bien al pitcher", es la disertación más profunda a la que puede llegar Valenzuela en una transmisión.

Cuando Jarrín no le da pauta para intervenir, Valenzuela prefiere quedarse mudo.

El sonorense no tiene la iniciativa de comenzar un comentario, una discusión polémica, un chiste, una broma, una historia.

A Valenzuela le pagan para que hable y eso es precisamente lo que menos hace.

Qué pena, qué lástima y qué vergüenza que los Dodgers le den un lugar prominente en sus anuncios para promocionar sus transmisiones de radio a alguien que no se ha ganado ese lugar de honor, al menos no con el micrófono.

Abraham Nudelstejer es columnista de Enlace, el semanario en español de SanDiego Union Tribune. editorial@mienlace.com