La ironía de haber creado a uno de los villanos más aterradores del cine, el arrepentimiento de un autor y su conversión a defensor de los animales tienen nombre y apellido: Peter Benchley . La historia de Tiburón nació como una novela homónima escrita por el estadounidense, publicada en 1974, que narra cómo un gran tiburón blanco acecha un pequeño pueblo y cómo tres hombres se proponen matarlo. Dicha novela se originó gracias al interés del autor en los ataques realizados por tiburones y a la vez al trabajo del pescador (y cazador de tiburones) Frank Mundus, de quien se dice fue la inspiración de Benchley para crear al capitán Sam Quint.
En 1971, Benchley trabajó como escritor independiente luchando por mantener a su esposa e hijos. Mientras tanto, su agente literario programó reuniones con los editores de varias editoriales en busca de una oportunidad. Uno de ellos fue el editor de la compañía Doubleday, Thomas Congdon, que almorzó con el escritor en busca de ideas para libros. A Congdon no le parecieron interesantes las propuestas que estaban enfocadas en la no ficción, sino que favoreció su idea de una novela sobre un tiburón que aterroriza a un balneario. Benchley envió una página a la oficina de Congdon y el editor le pagó US$1 mil por 100 páginas que comprenderían los primeros cuatro capítulos (vía Boston). El equipo de Doubleday estaba confiado, y veía a Benchley como un experto en tiburones, dado que el autor se describió a sí mismo como un aficionado que sabía demasiado sobre estos animales.
Durante el apogeo de Tiburón, cuando la película generó pánico internacional sobre los tiburones, hubo informes que provocaron temor y los nadadores desaparecieron de las playas. Sin embargo, durante la última década, el número de grandes tiburones blancos frente a las costas de Estados Unidos ha ido en aumento y nadie parece muy preocupado. Es probable que eso se deba a que la reacción contra la fobia a los tiburones ha cobrado impulso y ahora más personas son conscientes de lo raros que son los ataques de tiburones. Según el Archivo Internacional de Ataques de Tiburones, solo cuatro personas murieron en ataques de tiburones en los Estados Unidos entre 2003 y 2008, en comparación con 108 muertes provocadas por el ganado. Porque sí, resulta que una vaca mata más gente que un tiburón en la vida real.
Antes de que nuestra cultura tomara tal conciencia, teníamos a Tiburón, el producto del autor Peter Benchley y la adaptación del director Steven Spielberg como el terror sangriento en el mar. Pero Benchley, el hombre que reinventó al gran tiburón blanco como némesis de la humanidad, una especie de Moby Dick de la era moderna, llegaría a desmentir por completo esta visión de los tiburones en los siguientes años. El autor siempre señaló que su libro no era más que un trabajo de ficción, incluso hasta poco antes de su muerte en 2006.
En ese año concedió una entrevista a London Daily Express (vía Los Angeles Times), donde mencionó que en esa época, es decir más de treinta años después de la publicación de la novela, jamás podría haber escrito algo como eso.
"Sabiendo lo que sé ahora, nunca podría escribir ese libro hoy. Los tiburones no tienen como objetivo a los seres humanos, y ciertamente no guardan rencor".
Su arrepentimiento tras lo mucho que se estigmatizó a los tiburones es algo que intentó revertir con acciones. Wendy, la esposa del autor, contó en una ocasión que a pesar de que él quedó encantado con la adaptación dirigida por Spielberg, insistía en mencionar a todos que se trataba de ficción y que no iba a tomar más responsabilidad por la histeria colectiva provocada por el tiburón que protagoniza el relato.
"Spielberg ciertamente hizo la película más soberbia; Peter estaba muy contento. Pero Peter seguía diciéndole a la gente que el libro era ficción, era una novela, y que él no iba a asumir más responsabilidad por el miedo a los tiburones de lo que Mario Puzo asumió la responsabilidad de la mafia".
Benchley, quien se interesó por primera vez en los tiburones mientras pasaba los veranos en la isla Nantucket, pasó el resto de su vida abogando por la conservación de los océanos, y junto con su esposa, quien se dedicó al activismo medioambiental además de ser conservacionista del océano, se convirtió en un defensor activo de la protección de los tiburones. Hizo campaña contra la pesca de tiburones y viajó por todo el mundo para hacer documentales submarinos que lo tenían nadando con tiburones y ballenas. También impartió conferencias sobre conservación marina. Su último libro fue uno de no ficción llamado Shark Life, el cual tenía como objetivo educar a los lectores jóvenes sobre los peligros del mar.
La popularidad de Tiburón fue tal que se vendieron alrededor de 20 millones de copias en todo el mundo, y la película que adaptó la novela fue y es considerada como el nacimiento del blockbuster cinematográfico al haber sido la primera en alcanzar una recaudación de US$100 millones, lo que aún la pone como una de las películas más taquilleras en la historia del cine si se produce el ajuste a la inflación. Con esto de mente estaría de más señalar otra vez que llegar a mucha gente con esta historia fue lo que hizo que las personas vieran a los tiburones como un enemigo para los humanos, y es la razón por la que Benchley abogó por ellos hasta su muerte.
Desafortunadamente, este fenómeno cultural ocasionó que, además de que estos animales fueran considerados una amenaza, surgiera un incremento significativo de la pesca comercial puesto que muchos salieron a cazar tiburones como si se tratara de trofeos. A partir de la década de 1980, la pesca comercial acabó como muchos de ellos y para 2013, según un estudio de Marine Policy (vía BBC), son al menos 100 millones de tiburones los que se cazan cada año. Esto es un terrible contraste con el hecho de que en 2019, según la base de datos de la Universidad de Florida, apenas se reportaron 5 muertes de personas en 64 ataques de tiburón no provocados en todo el mundo.
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