Tijuana

Un balazo en el pie

El grupo anti caseta de Playas lo celebra como un gran triunfo, perorando una verdad a medias que es en realidad una terrible mentira

Una medicina envenenada, un balazo en el pie, un autogol de antología, una mayúscula estupidez producto del protagonismo político y la urgencia de reflectores. No sé de qué otra forma llamar al botín que arrojó la lucha contra la caseta de cobro de Playas de Tijuana.

Por mucho tiempo, un grupo de ciudadanos mantuvo un movimiento para conseguir que los habitantes de las comunidades aledañas a la carretera Escénica quedáramos exentos del cobro del peaje por parte de Caminos y Puentes Federales en la caseta de Tijuana. El gobernador Jaime Bonilla tomó el toro por los cuernos, publicó un decreto en donde se anulaba la caseta y todos los vecinos celebraron. Por fin no habría más cobros. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes desconoció el decreto y después, un grupo de personas venidas de Mexicali tomó la caseta y generó un violento caos. El propio presidente Andrés Manuel López Obrador abordó el tema en la conferencia mañanera y desconoció el documento estatal.

Declaraciones cruzadas, confusión total, juego de teléfono descompuesto. De pronto, un mes después, nos enteramos que el final de la historia no es la eliminación del peaje, sino la reubicación de la caseta a los límites entre Tijuana y Rosarito, a la altura de Rancho del Mar. ¿Cuándo diablos pedimos semejante cosa los vecinos de esta zona? ¿De dónde sacan que eso es una solución para nosotros? El remedio es muchísimo peor que la enfermedad. Lo patético del caso, es que el grupo anti caseta de Playas lo celebra como un gran triunfo, perorando una verdad a medias que es en realidad una terrible mentira. Festejan como triunfo algo que en realidad es una derrota y censuran a quien trata de crear conciencia y decir la verdad. Traté de denunciar el hecho en una página de Facebook exclusiva de los vecinos de Hacienda del Mar y uno de los integrantes del movimiento (un pobre tipejo aspirante a dictadorzuelo de cuadra llamado Eli Marcial López Guevara) nos bloqueó del grupo a quienes poníamos el dedo en la llaga y exigíamos una explicación.

Imaginemos que los habitantes de las comunidades aledañas a la carretera Escénica Tijuana-Rosarito padecíamos un pequeño dolor de oído, pero hoy, gracias al autogol anotado por el movimiento “anti caseta Playas”, nos cortaron las dos orejas. Sufríamos un catarrito y para curarnos nos inyectaron mortal Covid. ¿Saben por qué? Porque ahora tendremos una caseta de cobro a la salida de nuestra casa. ¡Vaya logro! Hablando en pesos y centavos, puedo reducirlo en que por lo que a mi familia respecta (y sin duda cientos de hogares comparten nuestra situación) vamos a erogar más de 6 mil pesos mensuales (y mi cálculo es bajo) por llevar a nuestro hijo a la escuela que queda a menos diez minutos en carro de nuestra casa o por ir a un supermercado o una farmacia que están a cinco. ¡Gracias gobernador Bonilla! ¡Gracias movimiento! Vaya auto-inmolación. Llevamos 18 años habitando felizmente aquí y hoy por vez primera estamos pensando seriamente en mudarnos.

Un regalo envenenado que para cientos de vecinos como yo, será mucho más perjudicial y lesivo económicamente que la situación en la que hasta ahora hemos vivido. La gran mayoría de los colonos ignoran que la caseta simplemente cambia de lugar, pero el peaje no se elimina. La caseta estará ahora en los límites municipales entre Tijuana y Rosarito, a la altura de Rancho del Mar, cerca del Centro de Convenciones.

El planteamiento original jamás fue una reubicación de la caseta. Eso se lo sacaron la manga hasta ahora, pero me doy cuenta que muchos no lo saben. De hecho jamás se pretendió la eliminación total de la caseta de Playas. Que paguen los visitantes externos y los turistas y se nos exente a los habitantes. Mal que bien, la caseta ha sido un filtro contra la delincuencia, pues las cámaras y la presencia de federales en algo inhiben. Estas comunidades del corredor costero se han mantenido con índices de criminalidad relativamente más bajos que el resto de Tijuana. Liberar el tramo tijuanense nos deja en inminente riesgo de convertirnos en un Bulevar 2000, un tiradero de cadáveres y ruta de escape de delincuentes.

Habitamos en una comunidad costera ubicada catastralmente en el municipio de Tijuana, pero nuestra vida diaria -escuela, servicios, supermercado, necesidades de urgencia-, transcurre en Rosarito. Tijuana nos queda demasiado lejos. En kilometraje es el triple de distancia. Ya mejor ni calcular lo que representa el gasto de gasolina. Si hablamos de entrega a domicilio de medicinas, alimentos, pizza o si pides un taxi, todos, invariablemente, vienen de Rosarito, lo mismo que los múltiples trabajadores que llegan a prestar sus servicios a los hogares de esta comunidad. De TJ nadie viene hasta acá. Aunque oficialmente pertenecemos a la delegación Playas de Tijuana, en los hechos nuestra vida diaria es rosaritense por simple lógica de distancia y cercanía.

Si queremos ir a Tijuana, digamos a la zona de La Mesa o la 5 y 10, a veces es más fácil y sencillo tomar la carretera libre y de ahí el entronque al Rosas Magallón. Es mentira que esté bloqueado nuestro paso a Tijuana, pero ahora sí estará cancelado de tajo el ingreso a Rosarito a menos que paguemos.
Me gustaría que existiera un padrón exacto de cuántos de los que vivimos en este corredor trabajan en Tijuana y cuántos hacemos vida en Rosarito. Muchos de los vecinos tenemos a nuestros hijos en escuelas rosaritenses. En comunidades como San Antonio o Baja Malibú una mayoría de habitantes son estadounidenses retirados o méxico-americanos que hacen vida en el quinto municipio, aunque su predial se pague en Tijuana. Lo mismo aplica para colonias como San Marino, Brisas del Mar, Playa Blanca, Rancho del Mar que están casi pegadas al límite municipal.

No estoy ni pretendo estar al frente de ningún movimiento, pero puedo defender públicamente mis dichos y me hago responsable de sostenerlos. De hecho estoy pensando en escribirle una carta al gobernador Jaime Bonilla. Lo que yo veo es que hay muchísima desinformación y la mayoría de mis vecinos no saben lo que va a pasar. Hay demasiadas contradicciones y versiones. No me gustan los pleitos políticos ni la grilla. A mí me gusta ir a los medios a hablar de los libros que escribo, pero si esa caseta de verdad se construye, va a ser devastador para nosotros y no dudaría en recurrir a un amparo o a cualquier medio jurídico que pueda impedirlo.

Si a mí me comprueban que una mayoría de vecinos respalda con su firma la reubicación de la caseta, pues ni modo, tendré que aceptarlo. Vivimos en una democracia y ya veremos si nos cambiamos de casa. El problema es que la gente firmó para que se eliminara el peaje a los vecinos, no para que se reubique la caseta. Los habitantes del corredor costero no tienen la película completa. Su verdad a medias es la peor mentira y su cacareado logro es en realidad un descomunal retroceso. Corre tiempo. Mi única certidumbre es que no pienso quedarme cruzado de brazos.
DSB

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