Uno de los episodios más recordados en la historia de la conquista española es sin lugar a dudas la “Noche Triste”, un evento donde el ejército de Hernán Cortés sufrió una apabullante derrota del ejército de los mexicas cuando intentaba huir de Tenochtitlán.
Hoy 30 de junio se conmemoran 500 años desde aquel fatídico día de 1520 que retrataría, según las descripciones, a Hernán Cortés llorando su derrota frente a un árbol de ahuehuete.
La diplomacia ya había fracasado cuando semanas atrás Hernán aprisionó al rey Moctezuma II llevando así a un incremento de las tensiones entre ambos bandos. El caos llegaría a un punto álgido cuando Pedro de Alvarado, en ausencia de Cortés ordenó un ataque al Templo Mayor durante una celebración religiosa bajo el temor de que los mexicas conspiraran en su contra.
En esa masacre murieron cientos si no es que miles de personas desarmadas, lo que desató la cólera del pueblo descendiente de los aztecas. El apresurado regreso de Cortés no logró calmar los ánimos.
Moctezuma II en un intento por sofocar la violenta manifestación se asomó a la balconada de su palacio, instando a sus seguidores a retirarse, pero la población horrorizada contemplado la supuesta complicidad del emperador con los invasores, comenzaron a arrojarle rocas y flechas hiriéndolo mortalmente. Se dice que una pedrada lo descalabró.
Tras su fallecimiento, el nuevo rey, Cluitláhuac intensificó la ofensiva contra los españoles y sus aliados, a quienes sitió por más de una semana. Tras permanecer asediados, hambrientos, cansados y heridos, Hernán Cortés no vio otro remedio que la huida para sobrevivir, emprendiendo una marcha para salir de la ciudad el 30 de junio de 1520.
La idea de Cortés era llevar a cabo su plan de noche, durante una festividad mexica, para evitar que la mayoría de sus rivales los atacaran; sin embargo, los centinelas apostados en las almenas dieron la voz de alarma entre gritos, y miles de mexicas, a falta de vestimenta pesada, salieron prontamente a la lucha contra sus enemigos.
En medio de una tormenta, piedras, flechazos y lanzas cayeron sobre los españoles que se atascaron en el lodo y se ahogaron en el río en su infructuoso y atropellado intento de escape por medio de puentes portátiles; eso aunado a que llevaban armaduras, oro que habían saqueado y caballos, no hizo mas que hundirlos más. Se dice que los gritos de espanto se oían entre la niebla pidiendo ayuda, mientras los indios invocaban a sus dioses.
Cabe mencionar que el 99% de su ejército era conformado en realidad por otras tribus rivales de los aztecas, por lo que aquella confrontación, según los historiadores era una pugna entre dos grupos de indígenas, donde los españoles estaban de un lado.
Se dice que las bajas fueron 600 para los españoles, pero varios cientos más fueron indígenas aliados de ellos, mas otro tanto de los mexicas quienes no se fueron en blanco.
Los sobrevivientes arribaron al pueblo de Tacuba, donde los líderes militares hicieron el recuento, y Hernán Cortés, según el cronista Díaz del Castillo, echaría a llorar al ver que no venían más soldados, sellando así su derrota frente a un árbol de ahuehuete, del cual aún queda un viejo tronco en la actualidad.
La conquista del territorio no terminó ahí pues luego vendría la caída de Tenochtitlán, un episodio que generó a posteriori la exaltación del nacionalismo y el rechazo ante los conquistadores españoles, lo cual es sumamente irónico pues en aquel entonces no existía ni siquiera México tal y como lo conocemos, además es importante señalar que fueron los propios Totonacas, Tlaxcaltecas y los habitantes de Cholula, poblaciones rivales de los mexicas (apoyados por los españoles) quienes contribuyeron a que la conquista se consolidara.
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