Gobierno

No todo es fiesta y consenso por los acuerdos que dieron fin a la Guerra de los Aranceles

El sector crítico y de izquierda se manifiesta en contra. Las víctimas, los de siempre: los de abajo

El tema del momento es, sin duda, el acuerdo México-Estados Unidos que frenó la Guerra de los Aranceles. Todas las voces se han manifestado al interior y al exterior. Los que suscriben, los que celebran, los indiferentes y los que lo repudian. Ya los centroamericanos y los defensores de los derechos de los migrantes han dicho que esto es punitivo en contra de ellos.

Las izquierdas de ambos países está de acuerdo con esto último. Los Socialistas de México y Estados Unidos contra la ofensiva anti inmigrante de Trump y el gobierno mexicano han hecho circular esta declaración:

Declaración del Movimiento de los Trabajadores Socialistas de México y de Left Voice en Estados Unidos contra la creciente escalada anti inmigrante impuesta por los gobiernos de ambos países.

La tarde del pasado viernes, 7 de junio, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump y el Secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, anunciaron que habían llegado a un acuerdo para evitar la imposición de aranceles a los productos mexicanos, a cambio de que el gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador endurezca su política migratoria.

La amenaza de Trump de imponer aranceles del 5% a productos mexicanos a partir del 10 de junio -que podrían aumentar hasta llegar al 25%- si el gobierno de López Obrador no impide la migración a Estados Unidos, abrió una fuerte crisis entre ambos países.

El miércoles 5 de junio iniciaron las negociaciones entre representantes del gobierno mexicano y estadounidense sobre el tema. Trump exigió tres condiciones para no subir los aranceles. La primera, que el gobierno mexicano garantice que los migrantes no lleguen a Estados Unidos a pedir asilo. La segunda, que el gobierno de México endurezca la vigilancia en su frontera sur. La tercera, que las autoridades mexicanas combatan la corrupción de sus agentes fronterizos. El acuerdo alcanzado se basa en el compromiso por parte del gobierno de AMLO de cumplir con estas condiciones.

Cuando las negociaciones aún seguían en curso, el gobierno de AMLO se comprometió a enviar 6,000 efectivos de la militarizada Guardia Nacional a la frontera sur de México con Guatemala. El jueves 6 de junio, policías federales, soldados, marinos y agentes migratorios, reprimieron y deportaron a migrantes que cruzaron la frontera para buscar asilo en Estados Unidos, respondiendo así a las exigencias de Donald Trump.

A la par, fueron detenidos por órdenes de la Fiscalía General de la República (FGR) Irineo Mújica y Cristóbal Sánchez -defensores de los derechos humanos de migrantes e integrantes de la organización Pueblo Sin Fronteras-, acusados maliciosamente de “tráfico de personas”. El mismo destino tuvo antes en Estados Unidos el profesor Scott Warren, por dotar de agua, ropa y alimentos a los migrantes.

Desde que asumió la presidencia, el gobierno de López Obrador acató las órdenes de Donald Trump de contener la migracion hacia Estados Unidos. El gobierno mexicano deportó 80,500 migrantes desde diciembre, que huyeron de la miseria y la violencia que imperan en sus países de origen, producto de la aplicación de los planes neoliberales ordenados desde Washington. Aquellos migrantes que no fueron deportados están hacinados en los centros de detención o son hostigados y custodiados por la recien creada Guardia Nacional (policía militarizada). Una menor de diez años falleció en uno de los centros de detención del Instituto Nacional de Migración el pasado 16 de mayo.

Con el acuerdo alcanzado, el gobierno mexicano se comprometió a reforzar aún más los controles migratorios en su frontera sur, donde desplegará a la Guardia Nacional, así como en el resto del territorio nacional. Esto no impedirá la migración, pero sí la volverá aún más terrible y riesgosa para los migrantes y sus familias, que se ven obligadas a abandonar sus lugares de origen. Así, lejos de demostrar “firmeza” y “dignidad”, López Obrador cedió en toda la línea al chantaje xenófobo de Trump, utilizando como “moneda de cambio” a los migrantes. Mientras que el déspota magnate norteamericano se anotó un triunfo político a su favor.

AMLO le está haciendo el trabajo sucio al imperialismo estadounidense

Desde que el 30 de mayo Trump amenazó con subir los aranceles de productos mexicanos que llegan a Estados Unidos, la actitud del gobierno mexicano fue apelar a la “relación de amistad” entre ambos países. AMLO envió una carta a Donald Trump llamándolo a dialogar, diciendo que: “los seres humanos no abandonan sus pueblos por gusto sino por necesidad. Es por ello que, desde el principio de mi gobierno, le propuse optar por la cooperación para el desarrollo y ayudar a los países centroamericanos con inversiones productivas para crear empleos y resolver de fondo este penoso asunto. Usted sabe también que nosotros estamos cumpliendo con nuestra responsabilidad de evitar, en la medida de lo posible y sin violentar los derechos humanos, el paso por nuestro país.”

En varias ocasiones, AMLO reiteró que busca "una relación de amistad con el gobierno y el pueblo de Estados Unidos". Ante la cerrazón de Trump, convocó a un acto de “unidad nacional” “en defensa de la dignidad de México y en favor de la amistad con el pueblo de EU" para el sábado 8 de junio.

AMLO estaba buscando una salida diplomática apoyándose en los partidos patronales de oposición, los empresarios, los sindicatos, los trabajadores y sectores populares. Una postura que para nada enfrenta el intento de Trump de avanzar en la opresión y la subordinación de México al imperialismo estadounidense.

Los hechos hablan más que las palabras. AMLO está poniendo todos sus esfuerzos en evitar el tránsito de personas por México hacia Estados Unidos, militarizando la frontera y endureciendo el aparato represivo contra los migantes.

Los capitalistas temen por sus negocios

Tanto del lado mexicano como del estadounidense, los empresarios están en contra del aumento de los aranceles porque perjudicarían sus negocios. Si los costos de los productos mexicanos suben, esto puede obligar a lo capitalistas a empezar a producirlos en Estados Unidos. Pero esto elevaría los costos de producción. Las corporaciones estadounidenses no quieren perder el gran margen de ganancia que les deja la superexplotación de la clase trabajadora en México, con los salarios más bajos de todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Los republicanos están en contra de Trump respecto al incremento de aranceles, pero lo apoyan en la construccion del muro y la militarizacion a ambos lados de la frontera. Consideran que el aumento en los precios para los “consumidores” que generaría el incremento de aranceles les sería desfavorable en las próximas elecciones presidenciales de 2020. Los demócratas también se oponen a los aranceles, en aras de la sacrosanta ganancia capitalista.

El enfriamiento de la relación comercial y productiva entre Mexico y Estados Unidos es un hecho. Incluso el nuevo tratado comercial que sustituyo al TLCAN en 2018, el T-MEC, amenzaba con romperse.

Pero la burguesía imperialista no quiere este escenario. Tampoco la burguesía mexicana que depende de sus negocios con los grandes capitalistas estadounidenses. Producto de la confrontación entre China y Estados Unidos, los empresarios y el gobierno mexicano ya disfrutaban el renovado lugar de ser el principal socio (menor) del imperialismo yanqui, que días antes había retirado los aranceles al acero y al aluminio mexicano.

Son controvertidas las razones de Donald Trump para amenazar con subir los aranceles. Hay quienes afirman que ante el debate en curso sobre el posible juicio político (impechment) en su contra y el objetivo de ganar la reelección en el 2020, insistir en el problema migratorio y el “peligro mexicano” puede ayudarlo a consolidar su base electoral.

Otros opinan que quiere presionar al gobierno de López Obrador para profundizar la subordinación económica y política de México a Estados Unidos y a sus dictados en materia migratoria, como finalmente sucedió. Esto en el marco del giro agresivo en la política exterior del imperialismo norteamericano para reposicionarse en América Latina.

Lo que hay que reconocerle al presidente mexicano es que no mintió cuando dijo que su gobierno “está cumpliendo con su responsabilidad de evitar el paso por México” de los migrantes.

No es la primera vez que las declaraciones del presidente estadounidense le dan la posibilidad, a las autoridades y políticos mexicanos, de posar como defensores de la “autodeterminación” e “independencia” cuando en realidad son todo lo contrario. Lo vimos con Peña Nieto, ahora con López Obrador. Después de los dichos de Trump, AMLO afirmó que “defenderemos a todos los migrantes, no solo a los mexicanos... siempre vamos a tender la mano fraterna a los migrantes”.

Pero no hay nada más chocante que el contraste entre su discurso y su política migratoria real, la cual no cambió nada respecto a la de su antecesor. Sólo en el mes de mayo fueron detenidos 22 mil migrantes y más de 15 mil deportados.

Es indudable que las amenazas de Trump también responden a que se espera que este 2019 cerca de 800 mil personas intenten llegar a Estados Unidos a través de la frontera mexicana; a pesar de eso, es evidente que el gobierno mexicano viene esforzándose por cumplir con las exigencias del magnate estadounidense.

La Guardia Nacional tuvo entre sus primeras acciones resguardar las desbordadas estaciones migratorias en Chiapas, en la frontera sur. El objetivo era evitar las reiteradas fugas de los migrantes, detenidos en terribles condiciones de hacinamiento, antes de ser repatriados. Como se ve, el objetivo de esta nueva corporación policíaco-militar es mantener la militarización del país y contener el flujo migratorio.

Incertidumbre en el horizonte

El principal factor de inestabilidad para México en los últimos dos años viene del norte. Y ha obligado a los sucesivos gobiernos a responder ante eso, maniobrando para evitar el desprestigio ante una población cada vez más descontenta con las amenazas de la Casa Blanca.

No hay que olvidar que, para Peña Nieto, el presidente anterior, la actitud de Trump fue una verdadera pesadilla que minó aún más su legitimidad, a pesar del respaldo institucional con el que contó.

A López Obrador lo amenaza el mismo fantasma. El “éxito” de su diplomacia y sus llamados al “diálogo” pueden agotar su utilidad si Trump, envalentonado por lo que ahora consiguió, vuelve a la carga y exige una mayor subordinación, como probablemente ocurrirá. Esto puede afectar la alta popularidad con la que cuenta el gobierno mexicano, que descansa en la percepción social de que su administración es distinta a los gobiernos neoliberales subordinados hasta el extremo a Washington.

Migración, antiimperialismo e internacionalismo

Las declaraciones de Trump y las exigencias en materia migratoria son el corolario de la agresividad imperialista contra México. Ésta se basa en la subordinación del país a los dictados de Washington y no es ajena a la política desplegada por las administraciones anteriores, republicanas o demócratas.

Los tratados comerciales son el armazón sobre el que se construyó la actual sujeción de la economía nacional a los intereses de las trasnacionales, acompañados desde los ´80 y ´90 por la privatización de las principales empresas paraestatales, y más recientemente por la entrada del capital extranjero a usufructuar el sector energético.

La estructuración, a través de la frontera norte, de uno de los circuitos productivos más notables del orbe -la Cadena Automotriz de Valor- implicó la reconfiguración de la economía nacional como plataforma de exportación, la apertura comercial indiscriminada, y una precarización laboral que llevó a México a niveles salariales de los más bajos del continente.

Acompañando la recolonización del país, los gobiernos pagaron puntualmente una de las deudas más altas de la región, lo cual implicó reducciones presupuestales para la salud, la educación y -como se está viendo ahora- para el conjunto del gasto público.

La dependencia económica fue acompañada de la aceptación de todas y cada una de las exigencias de Estados Unidos en el terreno político, militar y diplomático, comenzando por la llamada “guerra contra el narcotráfico”. Su saldo: alrededor de 500 mil muertos en las últimas décadas y una militarización que el gobierno pretende continuar con la Guardia Nacional.

Esto fue acompañado de fenómenos aberrantes como las redes de trata, el feminicidio y la masacre de migrantes, lo cual no se puede disociar de la descomposición que provoca la expoliación por parte de un imperialismo con el que se comparten 3,000 kilómetros de frontera.

El rol histórico de México como “estado tapón” al sur del Río Bravo hoy tiene un nuevo significado: frenar la migración, un fenómeno estructural del capitalismo moderno, protagonizado en nuestro país por cientos de miles de personas de origen centroamericano, caribeño, africano y, por supuesto, también mexicano.

Los “acuerdos” migratorios impuestos por Estados Unidos y aceptados por las administraciones mexicanas, no se contentan con el muro fronterizo (que existe desde los tiempos del demócrata Bill Clinton y que Trump pretende extender). Han logrado que el estado mexicano haga en su territorio y en la frontera sur en particular, lo que la nefasta Border Patrol hace al norte del Río Bravo.

La actual crisis entre la Casa Blanca y el gobierno de México, y la respuesta dada por éste, muestran la necesidad de que la multiétnica clase obrera estadounidense y la mexicana, junto con sus organizaciones, levanten una política claramente antiimperialista y en favor de los derechos de los migrantes, independientemente de su país de origen.

Unidos, los trabajadores y pueblos de Estados Unidos, de México, de Centroamérica y el Caribe, debemos exigir plenos derechos sociales y políticos para todas y todos; que se frenen las deportaciones en México y Estados Unidos; la abolición del ICE y del Instituto Mexicano de Migración; repudiar la militarización de las fronteras norte y sur en ambos países y manifestarnos contra cualquier acción represiva y restrictiva que impida el paso a través de las mismas.

En Estados Unidos es necesario que se forje una clase obrera con una política independiente del gobierno y los partidos de las trasnacionales. Esto depende de que sus organizaciones sindicales -así como la izquierda que se reclama socialista-, levanten enérgicamente la lucha contra la política imperialista de su propio gobierno y en particular contra el saqueo de América Latina que se lleva adelante con la deuda externa y el control de las áreas fundamentales de las economías nacionales.

En esto no puede haber dudas. No se trata sólo de “solidarizarnos”, sino que es imprescindible luchar contra los mecanismos por los que se manifiesta concretamente la opresión imperialista, de “nuestros” gobiernos y la clase dominante, poniéndonos del lado de la clase obrera y los pueblos oprimidos, contra cualquier expresión xenófoba y chovinista.

En México, las amenazas de Trump ponen sobre la mesa la necesidad de conquistar la independencia nacional, íntegra y efectiva, económica y política, de romper las cadenas que nos atan y que permitieron la recolonización del país en función de los intereses de las trasnacionales y la Casa Blanca.

Es necesario que la clase obrera y los sindicatos presenten un programa alternativo y antiimperialista ante esta crisis, ya que no será mediante la “unidad nacional” con nuestros explotadores y sus representantes políticos, bajo un programa que mantiene la subordinación y la dependencia de nuestro país al imperialismo, como podremos conquistar una verdadera independencia y soberanía.

La ruptura con el imperialismo no está disociada de enfrentar a su socio menor -los empresarios “nacionales”- y sus partidos. El No Pago de la deuda externa, el quiebre de los pactos y acuerdos que nos subordinan en todos los terrenos al imperialismo estadounidense, la expropiación sin indemnización de todas las empresas y zonas entregadas al capital extranjero, son las primeras tareas, que, sin embargo, no llevará adelante un gobierno como el de López Obrador.

La perspectiva antiimperialista e internacionalista que sostenemos los socialistas debe iniciar por allí y plantear -a ambos lados de la frontera-, que luchamos por acabar con la opresión imperialista, expropiar a los expropiadores y construir los Estados Unidos Socialistas de América del Norte y Centroamérica. Ésa debe ser la bandera de la clase obrera y la juventud combativa en la región.

*Vía La Izquierda Diario.

editorial@sandiegored.com

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