Abraham Mendieta revela los efectos de las iniciativas para reducir los cobros excesivos de los bancos en las élites financieras, pero también en el nuevo gobierno. Con esta colaboración, Abraham continúa su columna semanal en San Diego Red.
A propósito de la iniciativa presentada en el Senado por Ricardo Monreal y Bertha Caraveo con la que se pretenden prohibir algunas de las comisiones usureras y mercenarias que los bancos cobran a sus clientes en México (muchas de las cuales no se atreven a tener en sus países matriz) hemos comenzado a vislumbrar la fuerza y a la vez, la fragilidad del sistema bursátil y financiero, un ente relativamente ajeno a la inmensa mayoría de mortales que no cotizamos en bolsa: propuesta con la que, según un sondeo de La Jornada, estamos de acuerdo el 93% de los ciudadanos.
Los mercados han visto por primera vez algo que saben, pero que no quieren terminar de asumir: que más temprano que tarde se va a cumplir progresiva y pacíficamente con la promesa de comenzar a separar el poder político del poder económico, y por ello, esta vez, han cambiado su modus operandi: no han llenado las cámaras parlamentarias de cabilderos repeinados con gel, ofreciendo cenas de lujo camufladas en los hoteles más lujosos de Polanco y Reforma, ni tampoco han mandado a un suicidio seguro a su comentocracia (salvo a algún despistado, que tuvo que justificar su negativa en los tiempos, comunicación y consecuencias inmediatas, y nunca en la propuesta).
Esta vez los bancos han pedido (no comprado, ni chantajeado) la clemencia del poder político: han sudado, han tenido miedo, lo han pasado mal, y sus acciones en bolsa (que no son más que valor y beneficio privado de las entidades financieras, nunca riqueza colectiva o nacional) se han desplomado un 5%. Pero no solo sudaron los bancos: sudó Urzua, sudó Monreal y probablemente, hasta sudó Andrés Manuel, porque en el servicio público, quien no suda, no sirve: aunque Morena no cotice en bolsa.
Los bancos han pedido tiempo y se les ha concedido con dos advertencias: la primera, que no habrá modificaciones fiscales: pero solo desde el ejecutivo, y solo durante los tres primeros años. Y la segunda, que el legislativo es un poder independiente, y que va a seguir adelante en la agenda acordada por los votos con sus representados, incluyendo, por supuesto esta propuesta que tendrá que seguir siendo debatida y consensuada con todos los actores interesados, empezando por el más numeroso: la gente.
Probablemente, lo más relevante de este suceso, es que aquí se comienza a definir el nuevo juego de equilibrios políticos entre el partido, el gobierno, el legislativo y la ciudadanía: Morena empieza a tomar las posiciones que legítimamente le otorgó su pueblo en las urnas, con las que tendrá que gestionar las contradicciones de tener solo aquella pequeña parte del poder que se tiene cuando se gana una elección.
¿Pero como me va a dar una putiza si me bloquea antes de responderle? 🙊🤷🏻♂️🤦🏻♂️ pic.twitter.com/qcsFE2Apxd
— Abraham Mendieta (@abrahamendieta) November 11, 2018
Abraham es Politólogo y cursó la Maestría en Política Mediática por la Complutense de Madrid. Fue miembro del Equipo de Campaña Presidencial de Podemos en España y trabajó con Morena en campañas federales. Actualmente es director del Instituto Madrileño de Comunicación Política y consultor parlamentario de Morena.
Twitter: @abrahamendieta
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