Internacional

Belka: Perrita rusa se niega a abandonar el lugar en donde su dueño murió

Tras sufrir un grave accidente, su mascota no ha parado de volver al lugar de los hechos

La historia de una perrita rusa llamada Belka ha conmovido a miles de personas en el mundo. Todo inició cuando el dueño de la mascota falleció en un trágico accidente mientras iba en bicicleta por el río Ufa en Bashkortostán, Rusia, después de que una capa de hielo se rompiera debajo de él.

El hielo no era lo suficientemente fuerte como para sostener el peso del hombre y desafortunadamente se ahogó a pesar de los esfuerzos de personas cercanas que intentaron salvarle la vida. Su cuerpo fue recuperado por equipos de rescate tras días de una intensa búsqueda.

Belka permaneció durante cuatro días enteros en el mismo lugar en donde su sueño se había ahogado, esto de acuerdo con Daily Mail. Belka huía cada que los padres de su dueño la llevaban a casa y regresaban al lugar como si esperara un último encuentro con el hombre de 59 años.

Brut America fue quien publicó la historia de esta leal perrita rusa y el emotivo momento fue aplaudido por muchos usuarios alrededor del mundo, quienes enfatizaron: “los perros son ángeles en la tierra”.

Las acciones de Belka han sido comparadas con las del perro japonés Hachiko, quien esperó a su dueño en una estación de tren durante varios años después de que este falleciera. De acuerdo con una profesora de la Universidad de Hawai, Christine Yano, la devocion incondicional de Hachiko encarna al “ciudadano japonés ideal”.

Historias similares a la de Belka y Hachiko
Greyfriars Bobby fue un Skye Terrier que vivió en Edimburgo, Escocia, en el siglo XIX. Fue famoso por su lealtad a su dueño, John Gray, un vigilante de policía escocés. Cuando Gray murió en 1858, fue enterrado en el cementerio de Greyfriars.

Bobby pasó los siguientes 14 años junto a la tumba de su dueño, sin importar las condiciones climáticas. Su devoción conmovió a los habitantes de la ciudad, quienes durante mucho tiempo cuidaron de él. Fue en 1867, cuando se implementó una ley que requería que todos los perros en Edimburgo estuvieran registrados, el Lord Provost de Edimburgo pagó la licencia de Bobby y le dio un collar que ahora se exhibe en el Museo de Edimburgo.

El perrito falleció en 1872 y fue enterrado cerca de la tumba de su dueño en el mismo cementerio.

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