Días de atole malo se llama el nuevo libro.
Atole. Somos la selección de atole. Porque puro y vil atole es lo que le corre por las venas a Gerardo Martino. Ni pizca de sangre. Lo malo es que el atole es contagioso e impregna los cuerpos de los jugadores. De atole estamos hechos, porque puro atole con el dedo es lo que te zambuten los publicistas encargados de venderte reyecitos encuerados. Atole con el dedo porque te venden un producto hueco, desechable. Simple y llana estafa.
Llevo cuatro décadas viendo futbol casi cada semana de mi vida y reitero que nunca en la vida había visto una selección nacional tan pacata, tan achatada, abúlica y nula. Antes tenías el gusto de emocionarte con al menos un partido, de gritar un par de goles, de masticar una falsa ilusión. Hoy ni a eso tenemos derecho.
Apelando a mi Google mental.
En 1986 México metió seis goles y a grito pelado celebramos el cabezazo de Quirarte contra Bélgica y la tijera de Negrete contra Bulgaria.
En 1994 México metió cuatro goles, entre ellos los dos de Luis García contra Irlanda y el cañonazo de Marcelino Bernal contra Italia
En 1998 el México más goleador de la historia se despachó con ocho goles, cuatro de ellos del Matador Hernández y como locos gritamos el épico regreso contra Holanda.
En 2002 México anotó cuatro goles, entre ellos el fantástico cabezazo de Jared contra Italia.
En 2006 México anotó cinco goles, entre ellos doblete de Omar Bravo y el gran remate de Rafa Márquez contra Argentina que nos hizo soñar por unos minutos.
En 2010 México anotó cuatro goles, entre ellos el quiebre de Chicharito contra Francia.
En 2014 México anotó cinco goles, entre ellos el remate sedoso de Guardado contra Croacia y el trallazo de Gio contra Holanda.
En 2018 México anotó cuatro goles, entre ellos el diabólico remate de Chucky contra Alemania.
En 2022 México anotó ¿cero goles? ¿Será capaz este equipo de atole de marcarle al menos uno a los árabes?
En los ocho anteriores mundiales siempre hubo por lo menos un día de fiesta, unos cuantos gritos, pero ahora la única emoción ha sido el penal atajado por Ochoa a Lewandowski y el ahogado grito del tiro libre de Alexis Vega atajado por el Dibu.
Párele usted de contar.
El equipo de atole es incapaz de darle vuelta a una tortilla. Para voltear una tortilla hace falta meter la mano al fuego o al comal ardiente y aquí hay pura corrosión de la conformidad. El equipo no tiene variantes, sorpresas, ases bajo la manga. Desde que cayó el gol de Messi sabíamos que no había posibilidades reales de reaccionar, porque nuestra única apuesta fue al cero. Cero absoluto. El equipo de atole apuesta por adelantado a la rosca de Reyes. Zero the hero diría Black Sabbath. Inner fear your worst enemy, dice Sepultura. Si transpiras miedo apestas a miedo y los grandes depredadores… huelen el miedo.
Martino tiene cara de atole estancado en el fondo de una taza vieja. Cansadísimo, enfermo, harto, con ganas de dar su último pretexto en su última conferencia después del partido contra Arabia y largarse de una vez por todas a vivir de los millones ganados por vender atole.
Te puedo mencionar diez técnicos caseros que lo hubieran hecho más dignamente: El Tuca, Nacho Ambriz, Vucetich, Jimmy Lozano, Almada, el odioso Piojo Herrera, Cocca, Mohamed, Tano Ortiz, Larcamón. Cualquiera hubiera contagiado algo más que atole.
Arabia es lo contrario del tricolor. Un equipo limitado técnicamente pero con un técnico como Renart que le hierve la sangre y el coraje y unos jugadores que derrochan huevos y dignidad.
¿Podrán los atoleros meterle al menos un golecito a los árabes? ¿Será mucho pedir un penalito, un rebote, un autogol? ¿O ni eso? Nada. Nadita de nada.
Atole, puro atole. Por herencia nos queda una red de agujeros, como en la Visión de los vencidos, una humillación histórica y una taza del atole más rancio que probarás en la vida.
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