Es muy difícil no tomar en cuanta el impacto que tuvo la prohibición al alcohol estadounidense sobre los pueblos de nuestra frontera norte.
La 18va. enmienda a la Constitución Política de los Estados Unidos, popularmente conocida como "Ley Volstead" trajo, en la década de 1920 -antes: las prohibiciones en el país del norte empezaron desde finales del Siglo XIX pero la ley las lelvó al terreno federal- una dinámica económica que al día de hoy sigue siendo incompatible con lo moralmente correcto.
El historiados Eric Schantz habla de la economía de "los placeres arriesgados" y esta es aquella que gira por completo alrededor del alcohol: juegos de azar y prostitución.
Los puestos fronterizos como Tijuana ya eran socorridos por los visitantes que buscaban conocer el Old Mexico: ese exotismo que les permitiera conocer, en los albores del turismo y de la fotografía, lo distinto, lo diametralmente opuesto a ellos. Lo querían encontrar en el México campirano, en el México charro. Ellos, los extranjeros, pero también el Estado Mexicano, dice otro historiador de nombre Ricardo Pérez Montfort, fabricaron el estereotipo popular con el que nos ubican en el mundo.
Sin embargo en Tijuana no lo encontraron. El poblado tenía una dinámica distinta a la del centro del país, desde el cual se estaba construyendo esa imagen compatible a lo que ellos imaginaban debía ser el sur de la frontera. La tuvieron que fabricar.
Este producto se alteró y se sobrerepresentó al inaugurarse la prohibición. El Old Mexico fue sustituido por una Leyenda Negra que sigue haciendo mella en los discursos que sobre Tijuana se esbozan. Los detractores de la misma, a pesar de que el fenómeno permitió el crecimiento exponencial tanto económico como poblacional a partir de esa época, empezaron casi al mismo tiempo a configurar, para enfrentarla, una Leyenda Blanca. Este par de imágenes sintetizan esto que explicamos:
La primera imagen es una postal hecha a partir de un montaje. Una sexoservidora de la época montada sobre una botella de cerveza. El slogan de ella nos dice mucho: The Queens of Tijuana. La postal asevera que esas actividades reinaban en la localidad. además, al fondo, la Avenida Revolución, calle principal de la época en la que se concentraban las actividades de la economía de los placeres arriesgados.
Estas tarjetas postales le dieron la vuelta al mundo. A partir de ellas se desarrolló el imaginario de que Tijuana es un pueblo-vicio. Esto, y la proliferación de las cantinas, juegos de azar, la prostitución misma y las primeras cocinas de drogas -derivados del opio en un primero momento del narcotráfico en esta frontera- tallaron el imaginario negro sobre el cual ha dicho atinadamente el historiador David Piñera que "se ha corrido un velo de olvido".
Pero el olvido se transformó en discurso. Un discurso blanco para eliminar el negro. El imaginario moralmente correcto de Tijuana debe evocar todo lo contrario al negro. La segunda imagen es un ejemplo de ello. Se trata de niñas y señoritas del poblado tomando clases de cocina en la Escuela -para mujeres- Álvaro Obregón, hoy Casa de Cultura de Tijuana.
La imagen fue capturada por un inmigrante de origen japonés, Kingo Nonaka. Nonaka fue el primer fotógrafo que capturó imágenes distintas a las que en la época proliferaron. Es decir, imágenes opuestas a las de la disipación y vicio.
Hoy, esa Leyenda Blanca se ha venido sintetizando en un adjetivo que bien puede ser enunciado como Tijuanidad: el sentimiento de ser tijuanense pero ¿desde dónde? ¿Cómo? Eso es lo que empezaremos a discutir, también a través de imágenes.
editorial@sandiegored.com
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